Hay santos que posan para siempre desde un mismo ángulo, hay otros que dependiendo de las circunstancias y los intereses varían hasta la mirada. La República Dominicana tiene un montón de “santos sociales” casi igualitos que los otros, es decir, son conservadores, por lo menos públicamente, guardan la compostura, y pregonan la Fe en un ser supra natural.
Hasta ahí todo va bien, donde se diferencian de los demás es en el cambio oportuno y conveniente del lienzo o de poses, o sea, de sus posiciones públicas respecto de algún asunto, para muestra le presentaré un botón y dos ojales: El honorable magistrado juez vicepresidente de la suprema corte de justicia dominicana, se destapa diciendo que el juez que dictó orden de libertad condicional a favor del sicario Vantroy “cometió un irrespeto a la sociedad y que tal decisión manda un mal mensaje a los que combaten el crimen”, es decir, es un irrespeto porque el involucrado es un miserable hijo de nadie, un producto de la marginalidad económica y social de nuestra sociedad y el juez, por supuesto es un infeliz interino, sin abolengo, ni protectores en las altas esferas de poder, por eso es un irrespeto y merece ser cancelado; pero, cuando una jueza ordenó que a su hijo se le devolviera la avioneta que Aduanas le incautó por venir con más de 300 mil dólares ilegales desde Puerto Rico y sin demostrar sus “orígenes”, aún cuando esta institución tiene la calidad y la facultad jurídica para tal disposición, no es un irrespeto a la sociedad, el que su hijo haya sido favorecido con una decisión igual o mejor, porque aún siendo el propietario de la aeronave, sólo fue citado como testigo del caso. Entonces esto no es un atropello ni un mal mensaje a los que combaten el crimen.
O cuando no obstante haber Vincho demostrado que Hernani Salazar, usando a su chofer de testaferro, le compró el helicóptero a Quirino, éste, Vincho, fue declarado culpable en lo civil. Entonces somos o no somos hipócritas, magistrado.
No sólo hipócritas, sino cómplices sociales de la más aberrante corrosión moral que carcome los cimientos políticos, sociales y económicos de la sociedad dominicana, hipócritas porque ante las cámaras y los micrófonos mostramos posturas erguidas y fuera de éstas nos arrastramos lamiendo las mieles que se desprende del contubernio con los sectores más oscuros de la sociedad.