
Algún día tendrá que ser. A este turrón de tierra bañado de azúcar, alcohol y mulatas llegará el día en que nuestras instituciones funcionen de acuerdo a sus objetivos y no acorde a los intereses circunstanciales de grupos de poder. Algún día habremos de despertar y ya no encontrar la miseria humana de los políticos, el gansterismo empresarial, la delincuencia uniformada, el morbo de la prensa amarillista, en fin, la conspiración del poder por el poder mismo.
Por años hemos hablado, conferenciado, discutido y hasta peleado por lograr un marco jurídico que le de mayor calidad y efectividad a la representatividad política, hemos vociferado hasta quedar disfónico por lograr la descentralización de la toma de decisiones y el empoderamiento de los gobernados para aquilatar los procesos de la democracia.
Hoy, ya sin asombro, porque hasta eso me han negado, veo a la Junta Central Electoral acomodar una normativa electoral al interés particular de un partido, o de varios, tal vez, y leo la nota y no sé porque ya no me causa escozor la forma en cómo los interese hacen bailotear a la institución de la democracia que debe reglamentar y velar porque el principio constitucional de representatividad se cumpla a plenitud.
Según la Junta ya no hay que ser o residir por 5 años en una localidad para aspirar a representar a esos ciudadanos ante el Estado mediante elección popular y directa. O sea que, yo no tengo que tener intereses comunes a los sancristobalences para representarlos. Y como todo cambia, todo fluye, hoy ha sido por Peggy, mañana será por otro residente de la acera del frente. Así que la descentralización, la cualidad en la Representación por Voto Popular, el Empoderamiento Social, la Transparencia de las Actuaciones de las Instituciones del Estado y el Rol del Liderazgo Nacional ante la debacle moral sólo seguirán siendo temas de foros, conferencias, seminarios y conclaves internacionales para mostrar la belleza de nuestra prosa quisqueyana.