Y fue el lunes, y vio el pueblo que se acercaba el jueves, y sólo ese día justificaba la semana, pues todos los proyectos, las diligencias, se quedan a medias, y es que, la semana santa, como los procesos electorales, alteran el normal discurrir del terruño caribeño, por tanto, más que reflexionar o descansar o compartir con la family, los amigos y las novias, se justifica este largo fin de semana para intentar llevarse todo a nuestro paso, como si después del domingo santo la hecatombe que nos acecha se volcará sobre nuestros rostros.
Pero oh sorpresa! Ni los borrachones se beben todo el etílico de las destilerías, ni los fanfarrones logran congelar las falsas impresiones a las despistadas doncellas, ni lo salobre del mar elimina las ñañaras, ni todos logran ver lo que ellas pretenden mostrar con los bikinis, trajes de baño, hilos dental y demás creaciones de la moda contemporánea, en fin, ningún afán, logra acabar nada de lo que se explota irracionalmente en estos, otrora días sacros.
Por eso vemos el numero en los diarios, que no logran ponerse de acuerdo, en que si fueron 48, 56 o 60 los muertos de la Semana Santa, ahora la pongo en mayúscula, ahora sí, con todos estos muertos, muchas familias dominicanas durante varios años recordaran estos días con el corazón hinchado del dolor por una partida a destiempo, la ida de un ser querido, mas si es trágica siempre es a destiempo, estas víctimas fatales, no son más que el producto de un subdesarrollo tardío, que anquilosa la conciencia social hacia mejores prácticas de comportamientos colectivos. En esto debemos crecer, mientras más desarrolladas son las sociedades menos días de fiestas, menos puentes hacen, incluyendo las festividades religiosas. Miremos pal norte, o al viejo mundo. Miremos nuestras victimas, las necesidades que se acrecientan con cada derroche, mirémonos pueblo, para que crezcamos, para no seguir llorando, para levantarnos del lamento y caminar hacia la civilidad plena.
